lunes, 11 de agosto de 2008

Mojarra desnuda (Gymnoscharacinus bergi):

Curioso pez de pequeño tamaño (no supera los 8 cm), otra especie única de nuestro país, que vive en el arroyo Valcheta, en la meseta de Somuncurá.
Fue descubierta por Fritz Steindachner a principios del siglo XX. Está amenazado de extinción según la caracterización de la UICN. Posee una coloración pardo claro, con la particularidad de que en el estado adulto los ejemplares no tienen escamas, de allí su nombre.
La introducción de truchas del hemisferio norte, la contaminación del agua, sumado a su poco territorio ocupado, provocan su desaparición. Hoy en día se estima su población en 1000 ejemplares.
Mediante la Ley N° 2783, sancionada el 2 de junio 1994, promulgada el 21 de junio de 1994 por decreto N° 1011/1994 publicado en el Boletín Oficial del 27 de junio de 1994 Pag. 1, y entrada en vigencia el 5 de julio de 1994, se declara Monumento natural a la mojarra desnuda en el territorio provincial de la provincia argentina de Río Negro.


Guacamayo rojo (Ara chloroptera):

Uno de los más bellos y grandes loros del mundo. Resalta por sus imponentes 70-90 cm de longitud y por su vistoso plumaje rojo (dominante), azul, verde y amarillo, y su blanca cara pelada. Más de cerca, podemos notar tonos celestes en ciertas partes de su cuerpo.
Su distribución comprende desde Panamá hasta el norte argentino. Aquí ha aparecido en las provincias de Salta, Misiones, Formosa y Chaco, aunque hoy en día sólo existiría en el noreste del país.
Su belleza lo condena: semiextinguido por caza comercial, al igual que varios "parientes".
Su población, a pesar de su excesiva caza, sería bastante considerable. En países como Perú y las Guayanas es abundante (no en demasía de todos modos). En nuestro país, muy escaso.
Por supuesto, la destrucción de zonas selváticas en Sudamérica es determinante en la desaparición de este ser.
En Bolivia, Brasil y Paraguay figura en las listas de especies amenazadas de extinción. La FVSA y el experto Juan Carlos Chébez la declararon "presuntamente extinguida” (hablando por supuesto de nuestro país).


Ranita del Somuncurá (somuncuria somuncurensis):

Pequeño y singular anfibio único de estas tierras, las de la meseta rionegrina de Somuncurá. Fue descubierta por José Cei en el año 1968.


Se cree que actualmente sólo sobrevive en el arroyo Valcheta. Su población (cantidad de ejemplares) es desconocido, y escaso seguramente casi al 100%.
Es posible identificarla por la línea dorada que atraviesa su dorso, parte del cuerpo en la que se encuentran sus ojos, curiosos por tener la pupila de manera horizontal.
Es de hábitos acuáticos, es omnívora (se alimenta con la materia orgánica del limo), los machos son más pequeños que las hembras (macho 30-35 mm, hembra 30-44 mm). Todo una curiosidad "viva" que por más simple e inservible que pareciera... créalo, no es así. Una joya del reino animal que merece vivir, al igual que todas las especies de este planeta.
Aparentemente la contaminación hídrica provocada por los efluentes cloacales de la localidad de Chipauquil y la introducción de especies exóticas de truchas (de arroyo y especialmente arco iris) atentan contra su supervivencia. Posiblemente sufra una caza ilegal para colección.


Tortuga laúd (Dermochelys coriacea):

Gigantesca tortuga marina, la más grande de todas: puede alcanzar los 2 metros de largo, y pesar hasta 600 kg. Sin dudas un verdadero "submarino" de carne y hueso. Se dice haber encontrado un macho de 916 kilogramos de peso (tremendo sin lugar a dudas).
Habita los mares tropicales y subtropicales, llegando a avistarse seguido en la provincia de Buenos Aires. Se alimenta de medusas, y esta categorizada como especie en peligro crítico.
De numerosas maneras, el hombre atenta contra esta especie de reptil: caza para consumo, pesca mal desarrollada (quedan atrapadas en las redes), perros y gente que cavan y extraen los huevos, contaminación marina (muchas veces confunden plásticos con alimento, asfixiándose al ingerir), colisión con barcos, etc.
También, y no menos importante, es el avance del turismo sobre los lugares donde habita esta "tortu", impidiéndoles desovar, aparearse y realizar sus actividades con normalidad.
A esto hay que sumarle por supuesto que son cazadas por otros animales. Las luces de las ciudades confunden a las crías, las que en lugar de ir hacia el mar van hacia la luz, muriendo de hambre, devoradas o aplastadas por autos y rodados.

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